Nuestro Proceso
Introducción:
Aguas de Bogotá S.A. E.S.P., a través de su equipo de profesionales ambientales y de seguimiento a la fauna en los diferentes proyectos de la Gerencia de Gestión Ambiental, viene realizando actividades de protección de la fauna silvestre presente en la Estructura Ecológica Principal (EEP) de la ciudad. Una de las acciones que más ha llamado la atención es el registro fotográfico y la observación de aves, las cuales se han convertido en un atractivo ecológico tanto para habitantes como para turistas nacionales e internacionales (Moreno y Gutiérrez, 2018). Sin embargo, muchas personas que practican el avistamiento de aves —ya sean expertas o novatas— pueden encontrar dificultades para identificar individuos que no han visto ni escuchado antes.
Para facilitar dicha identificación, existen dos grandes bancos de sonidos de animales. Uno de ellos es la Macaulay Library, el archivo científico más grande y antiguo del mundo, que contiene grabaciones de audio y video sobre biodiversidad. Este banco cuenta con aproximadamente 175.000 registros de sonidos, que representan el 75 % de todos los registros de aves del planeta (Cornell University, 2013). El otro es el sitio web xeno-canto, cuyo objetivo es compartir cantos de aves de todo el mundo. Se ha convertido en el proyecto colaborativo más grande en su campo, permitiendo a los usuarios subir grabaciones personales de vocalizaciones y participar en la identificación de sonidos misteriosos a través de sus foros (Planqué et al., 2005).
En Colombia, el Instituto Humboldt y el Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell cuentan, desde hace más de 20 años, con un catálogo de la Colección de Sonidos Ambientales (CSA), producto de diversos proyectos de investigación enfocados en medir la biodiversidad del país (IAvH, 2015). Sin embargo, en Bogotá aún no existe una plataforma o banco de cantos que recopile de manera sistemática la información bioacústica de las aves presentes en la Estructura Ecológica Principal de la ciudad. Por ello, se vuelve prioritario crear un banco de sonidos de las aves que habitan esta estructura ecológica del Distrito Capital, con el fin de aportar al conocimiento y la valoración de la biodiversidad en las áreas protegidas urbanas.
Marco teórico:
- La estructura sonora
- Los cantos de las aves
- Inventarios bioacústicos
- Categoría de amenaza y residencia
Las aves cantan por medio de un órgano llamado siringe, que forma parte del tracto respiratorio y se encuentra ubicado en la zona donde la tráquea se divide en dos bronquios (Gordillo et al., 2013) (figura 1). La siringe está compuesta por elementos cartilaginosos denominados membranas timpaniformes, además de poseer nervios y músculos que permiten abrir y cerrar el paso del aire proveniente de los pulmones y los sacos aéreos. Esto genera la vibración de las membranas timpaniformes y de los labios de la siringe, lo que produce el sonido que finalmente es modulado por el pico del ave (Gerpe, 2015).

Figura 1. Estructura de canto (Siringe) de las aves. Tr: Tráquea, BC1: Cartílago bronquial primero, Br: Bronquiolos, MTM: Membrana timpaniforme media, LL: Labio Lateral, MI: Labio Medio, SYR: Músculos de la Siringe y St: Musculo esternotraquealis. Tomado y modificado de Gerpe (2015).
Una de las características más sobresalientes de este órgano es su control voluntario sobre el flujo de aire que atraviesa cada lado de la estructura, lo que permite modular una gran variedad de sonidos. Es importante resaltar que las aves paseriformes, también llamadas oscinas (alrededor de 4.000 especies en el mundo), poseen un mayor número de músculos en la siringe, lo que les permite emitir cantos más complejos (Gordillo et al., 2013).
Los cantos que producen las aves se han considerado una característica específica adquirida durante la evolución, como resultado de la selección sexual en este gran grupo de vertebrados (Searcy y Anderson, 1986; Moreno, 2006). A través del canto, los machos demuestran su buen estado de salud (Buchanan et al., 1999), lo que indica que los individuos más fuertes y sanos poseen cantos más elaborados, con los cuales atraen a las hembras y reducen la presencia de posibles competidores cercanos (Hasselquist et al., 1996; Krebs et al., 1978). Además, el canto es un rasgo distintivo entre especies, así como entre machos y hembras, al igual que el color, el tamaño o la forma. Esta característica tan llamativa ha llevado a la captura y comercialización de aves en muchos lugares del mundo, lo cual ha generado un deterioro poblacional en diversas especies (Moreno, 2006).
Los cantos desarrollados por las aves pueden dividirse en sonidos no vocales (mecánicos o instrumentales) y sonidos vocales (vocalizaciones). Estas últimas se subdividen, a su vez, en cantos y llamados o reclamos (Moreno y Gutiérrez, 2018). Los sonidos no vocales se consideran aquellos que no son producidos por el órgano fonador (la siringe), sino por otros mecanismos: el golpeteo de las alas entre sí o contra el cuerpo, la vibración de las rémiges o rectrices durante el vuelo, o el paso del aire entre ellas. También se incluyen sonidos como el golpe de la mandíbula contra el pecho, la mandíbula contra la maxila, o el golpe de objetos con el pico (Catchpole y Slater, 2008).
Por otro lado, los sonidos vocales se dividen en dos tipos. Primero, los llamados: sonidos cortos y simples que las aves emiten como señales de alarma o angustia, para establecer contacto entre individuos o mantenerse unidas durante los recorridos migratorios. Segundo, los cantos: vocalizaciones más complejas, que las aves —generalmente los machos— emiten para defender su territorio o atraer pareja durante la época reproductiva. Estos cantos están fuertemente influenciados por las hormonas sexuales (Gordillo et al., 2013).
Las aves son un grupo ideal para realizar inventarios, ya que poseen características como un comportamiento llamativo, facilidad de identificación y detección, y un alto grado de conocimiento acumulado. Estas singularidades han permitido obtener resultados certeros en el seguimiento de sus poblaciones y en la caracterización de sus hábitats (Stotz et al., 1996). Para su monitoreo se requieren diversas metodologías que, en la mayoría de los casos, incluyen la manipulación de los organismos o la observación directa mediante binoculares o teleobjetivos. Estos instrumentos permiten obtener información sobre su comportamiento, aunque en hábitats tropicales con vegetación densa esta tarea se vuelve mucho más compleja (Villarreal et al., 2006).
Como respuesta a esa dificultad en la generación y análisis de datos, actualmente se ha empezado a utilizar el reconocimiento de sonidos vocales o vocalizaciones (cantos y llamados) para el estudio de las aves, dado que evolutivamente algunos grupos han desarrollado sistemas de comunicación complejos (Kroodsma, 1996). Por esta razón, los inventarios bioacústicos o bancos de cantos de aves tienen hoy en día diversas aplicaciones, entre ellas la sistemática, la conservación y el manejo de poblaciones silvestres (Maya y Leyton, 2011), así como el diagnóstico de nuevas especies y el estudio de sus relaciones macrotaxonómicas, donde las diferencias en el canto han permitido esclarecer distinciones entre especies (Tubaro, 1999).
En este sentido, los bancos de cantos son un complemento clave al momento de realizar comparaciones fonográficas obtenidas durante las actividades de seguimiento y monitoreo en campo, ya que permiten mejorar las estimaciones sobre la riqueza de aves en el territorio y acumular información bioacústica valiosa para la caracterización ecológica y evolutiva de las especies (Maya y Leyton, 2011).



